Cuando los niños aprenden...
Cuando los niños aprenden que la felicidad no se
encuentra en lo que una persona tiene, sino en lo que una persona es...
Cuando aprenden que dar y perdonar es más
gratificante que quitar y vengarse...
Cuando aprenden que el sufrimiento no se mitiga con
autocompasión, sino que se supera con determinación interior y fuerza
espiritual...
Cuando aprenden que no pueden controlar al mundo a
su alrededor, pero que son los maestros de sus propias almas...
Cuando aprenden que las relaciones mejoran si
valoran más la amistad que el ego, el compromiso que el orgullo, escuchar que
aconsejar...
Cuando aprenden a no odiar a una persona cuya
diferencia temen, sino a temer a ese tipo de odio...
Cuando aprenden que hay placer en la fuerza de
motivar a otros, no en la falsa fuerza de humillar...
Cuando aprenden que el elogio de otros es halagador,
pero sin sentido si no se conjuga con el respeto a sí mismo...
Cuando aprenden que el valor de una vida se mide
mejor no por los años dedicados a acumular posesiones sino por los momentos
dedicados a dar de sí mismo, compartiendo sabiduría, inspirando esperanza,
secando lágrimas y conmoviendo corazones...
Cuando aprenden que la belleza de una persona no se
ve con los ojos sino con el corazón; y que aunque el tiempo y las penurias
puedan destruir nuestra coraza exterior; nos pueden mejorar el carácter y la
perspectiva...
Cuando aprenden a abstenerse de juzgar sabiendo que
todas las personas están dotadas de cualidades y defectos, y que la aparición
de unas u otras depende de la ayuda ofrecida o el daño infligido por otros...
Cuando aprenden que a todas las personas se les ha
dado el don de tener un YO único y que el propósito de la vida es compartir lo
mejor de ese don con el mundo...
Cuando los niños aprenden estos ideales, ya no son
niños... son una bendición para quienes los conozcan, y valiosos modelos para
todo el mundo.
David R. Weatherford
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